Era verano y llovía
bajo el cielo de Granada
y la tierra agradecía
el agua que la calaba.
Pero había una azucena
al cobijo de un tejado
marchitándose de pena
la lluvia le dio de lado.
Más dándose cuenta el viento
al ver la flor desdichada
giró el agua en un momento
y quedó la flor regada.
Desde entonces cuando llueve
o el cielo está muy nublado
hace una visita el viento